la moda verde

Quizá sea buen momento para reflexionar sobre la verdad, las dudas y las contradicciones que surgen al hablar de la sostenibilidad, y más concretamente de la arquitectura sostenible.

Posiblemente se abusa de este concepto y en demasiadas ocasiones, la necesidad de vender un producto, invita a aprovechar la conciencia como un reclamo de mercado, incluso como una moda, y no siempre la publicidad dice toda la verdad, como a veces sospechamos.

Y en la arquitectura no iba a ser menos. Un ejemplo: ¿es suficiente que la industria de la tecnología y de la construcción bioclimática y ecoeficiente evolucione y crezca, si las urbanizaciones siguen levantándose frente a la costa, o en medio de un área natural protegida, degradando aún más el medio ambiente que se pretende conservar?.

Si lo que queremos es prevenir, o aminorar, el efecto de cualquier acción sobre un ecosistema, es necesario abarcar todos los aspectos que entran en juego: desde la planificación del entorno donde se va a construir y sus influencias sobre los ecosistemas circundantes, hasta la conveniencia de cada material o sistema a utilizar en función de su elaboración y ejecución. La tarea no es nada fácil, y quizás lo más preocupante es que estamos obligados a confrontarnos con nuestra propia ignorancia, con lo poco que conocemos acerca de las consecuencias no deseadas de la ejecución de nuestros proyectos.

En definitiva, debe concretarse un equilibrio en el que compensemos el daño que irremediablemente causamos, con medidas que ayuden a minimizarlo. Es obvio que la arquitectura y la construcción generan un impacto negativo en el ambiente, la economía y la sociedad durante las obras de edificación y una vez concluida la construcción, a través de la ocupación del espacio y del paisaje, de la extracción de recursos, y de la generación de residuos y contaminación. Pero también es incuestionable que son actividades necesarias en nuestra vida, y que contribuyen al desarrollo social y económico de un país.

SOSTENIBILIDAD. PRESENTE Y FUTURO

Como hemos dicho, ante la abundancia con que hoy en día suele emplearse el término sostenible, a veces en esferas para las cuales no hay aún, ni se les vislumbra tan siquiera, una respuesta teórica a su pretendida sostenibilidad, se generan «zonas borrosas», en las que no se aprecia esa «…atención a las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades», según la primera definición del Informe Brundtland en 1987. Sin embargo, entre esa abundancia podemos apreciar que resulta provechoso que este concepto haya afortunadamente alcanzado un sitio propio en nuestro pensamiento y en nuestra gestión social. Porque, al fin y al cabo, su propósito es para el bien de todos, y también por fortuna se ha establecido en nuestra sociedad para quedarse y abrir nuevos caminos.

Aun así, aunque el pensamiento colectivo se ha apropiado de estos fundamentos, la prioridad en el confort, así como la desconfianza y la insatisfacción de la sociedad, provocan todavía una indiferencia algo generalizada en el orden individual. El deseo y la comodidad se imponen como un derecho y un estado irrenunciable, y  la satisfacción personal se mide más en términos de ganancia económica y de posesión de productos a veces totalmente innecesarios, que en términos de valores personales y riqueza vital. A esto se le une la llamada «obsolescencia planificada», según la cual los productos tienen una vida útil programada, después de la cual éstos pierden su utilidad, su poder seductivo y su valor en el transcurso mismo del acto de ser usados, lo cual provoca su conversión en residuo y la continuación ilimitada de su fabricación, con ligeros cambios en sus características.

Posiblemente, hasta que no aceptemos un desarrollo relacionado con el crecimiento de valores como sustitutivo del económico, difícilmente van a desarrollarse y a implantarse con todo su potencial los criterios de sostenibilidad. Mientras tanto, no debemos dar la espalda a la realidad y a la responsabilidad que tenemos ante nuestro entorno y ante nuestro planeta, y actuar en la medida de nuestras posibilidades.

Expone Zygmunt Bauman en su libro Vida Líquida: “Lo que la lógica de la responsabilidad planetaria se propone (al menos, en principio) es afrontar los problemas generados a escala global de manera directa, es decir, en su propio nivel. Esa lógica parte de la suposición de que la única manera de hallar soluciones duraderas y realmente eficaces a los problemas de ámbito mundial es mediante la renegociación y la reforma del tejido de interdependencias e interacciones globales. Hay que buscar un nuevo tipo de escenario global en el que los itinerarios de las iniciativas económicas de cualquier rincón del planeta dejen de ser tan sumamente volubles y dejen de estar guiados exclusivamente por las ganancias momentáneas sin prestar atención a los efectos secundarios y a las “víctimas colaterales” y sin atribuir importancia alguna a las dimensiones sociales de los equilibrios entre coste y efecto.”

ARQUITECTURA SOSTENIBLE. DUDAS Y CONTRADICCIONES

1. A la hora de intentar abordar desde nuestra labor profesional, desde el trabajo de un estudio de arquitectura, los temas de medio ambiente y sostenibilidad, uno se encuentra con que el camino que ha de transitar es largo, arduo y lleno de obstáculos. Conocemos muchas cosas acerca de lo que podemos conseguir con el diseño y la tecnología pero…

¿Sabemos predecir las consecuencias no deseadas de la ejecución de nuestros proyectos?

Si el arquitecto se centra únicamente en un fragmento de un sistema y trata de perfeccionar su funcionamiento, lo más probable es que el resto del sistema responda de manera inesperada. Por consiguiente, el planteamiento ecológico tiene mucho de planteamiento integral, esto es, si se requiere prevenir el efecto de cualquier acción sobre un ecosistema, es necesario comprender la interacción entre sus componentes.

2. En el ámbito de la arquitectura se trata todavía a lo sostenible como algo excepcional, e incluso como una moda, como «arquitectura alternativa”, «de vanguardia”. Pero una cosa es necesitar la ecología y aplicarla en la nueva arquitectura de una forma que realmente produzca beneficios al medio ambiente y otra muy distinta es aprovecharse de su uso para un mejor marketing.

Y a esto se une que este sello de vanguardista que se le confiere a lo sostenible le hace adquirir el cartel de arriesgado, lo cual no es del todo falso puesto que desde la misma escala del usuario lo ecológico le coloca a la construcción el cartel de lujoso y caro. Sin embargo, son muchos los aspectos que podemos cuidar tanto en el proyecto como en el proceso de ejecución del edificio para conseguir una construcción económica y una posterior rentabilidad.

3. La selección y utilización de materiales ecológicos o sostenibles en una obra es una de las áreas más confusas del diseño con múltiples variables y gran cantidad de respuestas correctas e incorrectas. Son aquellos materiales en cuyo proceso de extracción y/o fabricación se minimizan los impactos negativos sobre el medio ambiente, pero…

¿Son igualmente adecuados en las restantes etapas del ciclo de vida del edificio: transporte de materiales, construcción, funcionamiento y demolición?

¿Es menos agresivo utilizar un material denominado ecológico, transportado desde Barcelona a Cádiz, o un material tradicional simplemente no contaminante elaborado en el entorno de la obra?

Antes de tomar la decisión de cuáles materiales utilizar, es importante conocer si los que se promocionan como ecológicos realmente lo son e informarse, aunque sea de forma general, sobre las magnitudes y los riesgos del impacto que producen.  No siempre la respuesta correcta está en el empleo de la última tecnología en materiales “verdes”; quizás la solución en algunos casos se halle más bien en la utilización de productos convencionales de manera distinta.

4. Es quizás en el desarrollo de las ciudades donde más se hacen notar los efectos negativos de nuestras acciones. Uno de los principales retos del futuro será el tratamiento de la sostenibilidad del medio ambiente urbano. El rápido aumento de la población, acompañado de la evolución de la tecnología y de los medios de transporte, aumenta la complejidad del entorno urbano, y es necesario revertir los efectos de la degradación del suelo, del aire y el agua producidos por los modelos de desarrollo urbano insostenibles, de manera que no destruyamos los recursos ni la diversidad de los ecosistemas en los cuales se sustenta, y la necesaria participación de todos sus ciudadanos para ejercer sus derechos y responsabilidades.

¿De qué forma podemos concebir mejores ciudades?

O en realidad, ¿Es necesario concebir nuevas ciudades?

Podría decirse que existen dos posturas cuando hablamos de este tema: la primera es la que sostiene que para hacer arquitectura sostenible debemos hacer uso de las nuevas tecnologías en toda su amplitud, rehuyendo proponer cambios en nuestro comportamiento; y la otra aboga por el «decrecimiento» y rescatar de la arquitectura tradicional aquellos parámetros que son necesarios para poder construir con el menor impacto ambiental posible, respetando el clima, los materiales y los habitantes del lugar.

Por supuesto, vivir en una vivienda aislada con un terreno alrededor para nuestro disfrute, es algo idea para cualquier persona. Pero teniendo en cuenta que somos 7.000 millones de personas en la Tierra…

¿qué tamaño debe tener el hábitat humano?

¿realmente podemos ocupar el área terrestre a nuestro antojo? ¿o solamente pueden hacerlo algunos privilegiados?

Renunciar a una vivienda aislada con una gran parcela de terreno situada en la periferia urbana, en zonas rurales o incluso en el espacio natural, frente a la recuperación de los cascos antiguos, la vivienda con mayor densidad de población puede ser también un primer paso hacia un modelo de urbanismo sostenible.

¿No sería más sensato detener por un momento las ansias de crecimiento y evaluar todo ese enorme campo urbano que existe ya y buscar nuevas vías para adecuar las ciudades existentes a los nuevos requerimientos sociales, culturales y espaciales de este siglo?

5. Nuevos sistemas de gestión del gasto energético y del agua surgen continuamente. El objetivo es siempre el mismo: que las instalaciones que generan energía en nuestros edificios y en nuestras ciudades ahorren lo más posible, que nuestro consumo de agua se reduzca, pero la realidad es que cada vez derrochamos más y más…

Personalmente, creo que es más importante la gestión, las decisiones correctas durante el proyecto y la organización de una obra de manera que la arquitectura misma sea capaz de gestionar su propia sostenibilidad (propósito algo complejo de trazar), más que la utilización de materiales o elementos especiales para el ahorro energético. No quiero decir con esto que no sea importante su uso, pero un estudio adecuado de un proyecto, la correcta gestión de una obra o el correcto diseño urbanístico de una ciudad, puede derivar en una necesidad menor de estas técnicas complementarias. Si bien, el aspecto principal seguirá siendo indiscutiblemente nuestra forma de vida y el comportamiento que asumamos dentro de nuestros edificios y en nuestra ciudad.

CONCLUSIÓN

La necesidad de avanzar en la concienciación de contaminar menos; avanzar más y mejor en la generación de energía a partir de reciclados urbanos o la potenciación de las instalaciones de biomasa local; la revisión sobre el uso que estamos haciendo de las energías renovables con todas sus posibilidades; la participación ciudadana en la toma de decisiones sobre el futuro de sus pueblos y ciudades… todos estos temas invitan a la vez a una reflexión sobre su adaptación al espacio urbano y a la arquitectura, sobre todo en entornos rurales y naturales, cuyo paisaje y valores ambientales son más frágiles y a la vez más valiosos.

Por otra parte, con el saber y la cultura de estos tiempos, es conveniente mantener el olfato sensibilizado para no dejarnos confundir con las trampas de la sostenibilidad. El uso y abuso de este concepto, llevado a múltiples campos del conocimiento y de su aplicación en la vida real, y por ende en la disciplina arquitectónica, provoca en demasiadas ocasiones «publicidad engañosa».

No obstante, tampoco quiero con todo esto renegar de todo lo que estoy investigando e intento sugerir con este blog, si no hacer una parada en el camino y pensar que todas esas nuevas técnicas y nuevos materiales que tenemos a nuestra disposición, pueden resultar inútiles sin un planteamiento general de nuestro trabajo, sin un desarrollo correcto de las ciudades, y sin un comportamiento adecuado de todos los que habitamos el planeta.

Y como epílogo, un texto de esos que corren por internet y que, al fin y al cabo, dice «la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad»:

LA MODA VERDE

En la fila del supermercado, el cajero le dice a una señora mayor que debería traer su propia bolsa, ya que las bolsas de plástico no son buenas para el medio ambiente.

La señora pide disculpas y explica: «Es que no había esta moda verde en mis tiempos.»
El empleado le contestó: «Ese es ahora nuestro problema. Su generación no tenía conciencia ecológica y no puso suficiente cuidado en conservar el medio ambiente.»

Como no somos de la MODA VERDE, nos viene bien tomar lecciones.
Tiene razón: nuestra generación no tenía esa moda verde en esos tiempos:

En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosa y las de cerveza se devolvían a la tienda. La tienda las enviaba de nuevo a la fábrica para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que se podían usar las mismas botellas una y otra vez. Así, realmente las reciclaban.
Pero lleva razón, no teníamos esta moda verde en nuestros tiempos.

Subíamos las escaleras, porque no había escaleras mecánicas en cada comercio ni oficina.
Íbamos andando a las tiendas en lugar de ir en coches de 300 caballos de potencia cada vez que necesitábamos recorrer 200 metros.
Pero tiene Vd. toda la razón. No teníamos la moda verde en nuestros días.

Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no los había desechables.
Secábamos la ropa en tendederos, no en secadoras que funcionan con 220 voltios. La energía solar y la eólica secaban verdaderamente nuestra ropa.
Los chicos usaban la ropa de sus hermanos mayores, no siempre modelitos nuevos.
Pero está en lo cierto: no teníamos una moda verde en nuestros días.

Entonces teníamos una televisión, o radio, en casa, no un televisor en cada habitación. Y la TV tenía una pantallita del tamaño de un pañuelo, no una pantallota del tamaño de un estadio de futbol.
En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas que lo hiciesen por nosotros.
Cuando empaquetábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos periódicos arrugados para protegerlo, no cartones preformados o bolitas de plástico.
En esos tiempos no arrancábamos un motor y quemábamos gasolina sólo para cortar el césped; usábamos una podadora que funcionaba a músculo.
Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un gimnasio para correr sobre cintas mecánicas que funcionan con electricidad.
Pero claro que está Vd. en lo cierto: no había en esos tiempos una moda verde.

Bebíamos del grifo cuando teníamos sed, en lugar de usar vasitos o botellas de plástico cada vez que teníamos que tomar agua.
Recargábamos las estilográficas con tinta, en lugar de comprar una nueva y cambiábamos las cuchillas de afeitar en vez de tirar a la basura toda la maquina afeitadora sólo porque la hoja perdió su filo.
Pero,eso sí, no teníamos una moda verde por entonces.

En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía o el autobús y los chicos iban en sus bicicletas a la escuela o andando, en lugar de usar a su mamá como taxista las 24 horas.
Teníamos un enchufe en cada habitación, no un regleta de enchufes para alimentar una docena de artefactos.
Y no necesitábamos un aparato electrónico para recibir señales desde satélites situados a miles de kilómetros de distancia en el espacio para encontrar la pizzería más próxima.
Así que me parece lógico que la actual generación se queje continuamente de lo irresponsables que éramos los ahora mayores por no tener esta maravillosa MODA VERDE en nuestros tiempos…

No dejes de enviarle esto a otra persona que piense que ya está bien de recibir lecciones de ecología de cualquier cantamañanas de hoy en día.


Fuentes:
Arquitectura y construcción sostenibles: conceptos, problemas y estrategias. Domingo Acosta.
Sobre la noción de sostenibilidad. Las dificultades del término sostenible en arquitectura. Manuel José Sierra Hernández.
La Ciudad Viva.org
Colección «Claves de la Ciencia». Principios de la sostenibilidad. Eduard Punset
NOTA: algunos extractos de este post son textos transcritos de las webs de referencia.

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